Mientras Lucía hacía un gran berrinche en el pasillo más transitado de un supermercado, recordé la recomendación de una sabia amiga que me sugirió enfrentar este tipo de situaciones de manera tranquila: observarla, pedirle que me explicara el motivo de su malestar y esperar. Así lo hice y pasada la rabieta, tomé de la mano a mi hija y nos fuimos caminando rumbo a casa. ¿Cuántos de nosotros nos hemos enfrentado a este tipo de situaciones en las que siempre aparecemos como los malos de la película, incapaces de evitar pataletas de este tipo? ¿Cuántas veces, y en nombre de evitar precisamente esos momentos críticos con los hijos, les damos todo lo que nos piden o sucumbimos en cuanto aparece la primera lágrima en sus ojos? ¿ Somos víctimas o culpables? Ni una cosa ni la otra, siempre que hayamos comprendido que los límites son una necesidad imperiosa en la vida del niño y que así como satisfacemos su necesidad de alimento, vestido y salud, debemos también satisfacer su demanda de límites. Qué mejor muestra de amor que enseñar a nuestros hijos los caminos hacia una vida estructurada, con horarios, con disciplina, con reglas y derechos. Desafortunadamente somos parte de esa generación que creció con padres autoritarios y convive con hijos demandantes que piensan que la autoridad está en sus manos y no en las de papá y mamá. Este libro expone los temores de los padres por recurrir a los límites y a una buena dosis de disciplina. No claudiquemos, en el futuro nuestros hijos nos lo agradecerán.
