¿Cuántas veces no nos hemos prometido que a nuestra casa no va a entrar ´comida chatarra´ por ningún motivo? Y en caso de haberlo logrado, ¿ha resultado beneficioso para la relación entre nuestros hijos y la comida? Probablemente sí, pero tal vez no y lo único que hemos ganado es convertir las horas de la comida en verdaderas batallas campales en las que los perdedores somos siempre nosotros ya que si el niño no quiere comer, simplemente no lo hace. Mientras tanto nosotras, sus angustiadas madres, sufrimos, nos acongojamos y peor aún nos culpamos por esa mala relación. No entendemos en qué fallamos para que nuestro hijo coma tan mal. Este libro, lleno de anécdotas y recomendaciones nutricionales pretende hacernos entrar en razón con respecto a los niños y la comida: dejémoslos comer lo que ellos quieran y en las cantidades en las que lo apetezcan. La única condición es nuestro compromiso a que siempre haya en casa alimentos sanos, balanceados, nutritivos y que cubran sus necesidades. Desaparezcamos la amenazadora cuchara de palo golpeando la orilla de la mesa mientras entre lloriqueos el niño nos dice que ya no quiere más. Digámosle adiós a la vieja práctica de quererles dar gato por liebre y, sobre todo, respetemos su decisión de comer lo que les gusta. Aunque nos cueste trabajo.
