Un peculiar estilo nos lleva a atravesar el espejo stendhaliano y, desde el otro lado, nos invita a regocijarnos con un sutilísimo sentido del humor, a reflexionar sobre el fracaso como finalidad casi deseable de la actividad humana y a comprobar que las penas del corazón son las únicas que nos ayudan a entender y a entendernos. Ante esta escritura puede decirse que la vida es, no ya una pasión inútil, sino un estilo, la voluntad de crear a partir de la realidad ¿es decir, la nada? la apariencia que nos salve del vacío.