Para expresar sus pensamientos más elevados, sus emociones más intensas, sus sentimientos más sutiles, los seres humanos, en casi todas las épocas y culturas, han recurrido a la poesía. La poesía es una de las formas más perfectas de comunicación que conocemos los hombres. Los poetas, los verdaderos poetas, cuando escriben, hablan de cosas que nos incumben a todos, que nos conciernen esencialmente: el amor, el fervor, la amistad, la vida de los otros, hombres y mujeres, nuestros semejantes. Los poemas nos revelan la personalidad colectiva de la humanidad. Leer poesía es disfrutar del lenguaje empleado en su máximo grado de expresión, por lo que dice y por cómo lo dice. Un poema es un objeto hecho de palabras, empleadas de manera tal que cuando entramos en contacto con ellas nos provocan una suerte de encantamiento, de suspensión de la conciencia. Desde luego no todos los poemas nos afectarán de este modo, porque la sensibilidad de cada quien es muy distinta, pero cuando la poesía nos toca, nos conmueve profundamente. Quien lee poesía debe dejar que la sucesión de imágenes o ideas que el poema propone se deposite en su conciencia, sin preocuparse demasiado por comprender lo que cada una significa en ese momento. Hay que seguir el ritmo, tratar de captar la melodía de las palabras. Al final, el efecto total se produce. Leer poemas es como contemplar un paisaje: inicialmente percibimos el conjunto, sus características generales. Sólo conforme observamos con detenimiento descubrimos que ese conjunto está constituido por variados, múltiples detalles. La comprensión de esos detalles enriquecerá nuestra visión.
