En nuestro país, el erotismo nació marcado por la Vieja España, por el catolicismo que sólo veía en él una violación al primero de los mandamientos. El fin de la procreación -con el placer estrictamente necesario y sábanas santas-á era el único admisible. Así, durante una buena parte del larguísimo siglo XIX, lo erótico estuvo marcado por el pecado y lo contra natura. Sin embargo, esta impronta poco a poco fue deslavándose gracias a los liberales y los comecuras que a ratos se atrevieron a asomarse a los lugares y los personajes no santos.áEn estas páginas -que reúnen a viajeros y cronistas, a grabadores y fotógrafos, a hacedores de la nacionalidad y críticos de lo mexicano- encontraremos una pequeña muestra de los sutiles cambios que vivió el erotismo en México durante el siglo XIX, ellas son un rápido recuento del periodo que nació marcado por el catolicismo y terminó haciendo suyos a los modernos. Quien pretenda recorrerlas para sólo descubrir lo sicalíptico, seguramente se llevará un fiasco: entre los manuales para elegir pareja y las páginas de Federico Gamboa, José Juan ´Tablada y Heriberto Frías existen infinitos grises que deben mirarse con cuidado. Los cambios son sutiles en algunos casos -como el de la homosexualidad- tardaron mucho en llegar: salvo el escándalo de los 41 y otros similares, tuvimos que esperar a que los Contemporáneos publicaran sus autobiografías para conocer sus mundos.áAdentrémonos en estas páginas y descubramos la transformación del erotismo durante el siglo XIX.á