Cuando Carlos sintió aquel cosquilleo en los pies, dentro de sus zapatos, no imaginaba que ahí encontraría una bruja diminuta y simpática. Naturalmente, el chico se distrajo, dejó de poner atención a la clase y terminó castigado. A pesar de que habría sido interesante, Carlos no podía llevar una bruja a la escuela al día siguiente. Así que la dejó en casa y ahí vinieron los problemas. El niño terminó rescatando a su inesperada amiga de lo que habría sido una calamidad.