MARTIN MORALES, ANTONIO MORALES
«Trato de pensar con frialdad mientras el miedo parecía aislarla, como si la volviera sorda. De pronto el cuerpo se le helaba y, del susto, no se sentía inmersa en agua. El intruso parecía estar pensando. Sala supo que debía luchar por sobrevivir porque tuvo una intuición clara de que ese individuo deseaba matarla y, sencillamente, estaba eligiendo la forma más silenciosa de hacerlo. Gritó y pateó el agua y fue el sonido de las salpicaduras mucho más escandaloso que su grito, pues la presión de aquella mano se incrementó. Sintió un arañazo en el cuello, no excesivamente doloroso, pero sus ojos pronto detectaron un caño de sangre. La piel, fría por el baño, fue lamida por la sangre cálida que se derramaba sobre sus pechos y tintaba el agua de la bañera (...) El dolor aumentó mientras comprendía que la estaba degollando de parte a parte del cuello».