?Me preguntaba qué demonios me estaba pasando y un Oscar Bruch furioso agarraba del cuello a un Oscar Bruch aterrorizado y le sacudía hasta hacerle castañetear mientras gritaba: ´¿Qué va a ser? ¿Por qué motivo estarías deseando jugarte la vida poniéndote en medio de dos estafadores asesinos?´ Un tercer Oscar Bruch, el exterior, sensato y contenido, era capaz de mantener una conversación, de contar chistes, de beber chupitos de Chianti y desparramar sonrisas a diestro y siniestro, como si esa tormenta interna no existiera. Sólo de vez en cuando se me escapaba un suspiro que consideraba imperceptible e inevitable.?