Posiblemente, los primeros datos relativos a la técnica aerográfica se remontan a épocas prehistóricas, particularmente en algunas pinturas rupestres de Lascaux (Francia), en donde se localizan abundantes pruebas como negativos de manos supuestamente obtenidos a través de rociar pigmentos de color sobre ellas. La historia de la aerografía actual es relativamente reciente, ya que acaba de cumplirse el primer centenario desde su creación como instrumento. En 1893, Charles Burdick, de nacionalidad británica, inventó el primer aerógrafo, posiblemente de aspecto más rudimentario que los actuales, pero prácticamente observando las mismas funciones de los que se fabrican hoy en día. Según se conoce, Burdick, pintor acuarelista, obsesionado por la perfección de la pintura de la época, desarrolló e inventó el primer aerógrafo para crear un método rápido y eficaz que le permitiera resolver aspectos como celajes, degradados y grisados, que podía superponer en sus obras sin que sus primeras pinceladas se vieran alteradas. A principios del siglo XX, la técnica aerográfica se reducía al retoque de fotografías, aunque a partir de los años treinta aparecieron algunas obras importantes, nombres como Cassandre, Bayer, Masseau, Brodovitch, etc., revolucionaron sustancialmente la comunicación gráfica. El aerógrafo de Burdick ha realizado, hasta nuestros días, una importante trayectoria, pasando inclusive a formar parte de los medios informáticos más avanzados y, aunque en ocasiones haya podido ser criticado por un absurdo puritanismo artístico, son muchos los artistas y profesionales que se sirven de este medio obteniendo excelentes resultados.