Cuando terminó la guerra, en mayo de 1945, Alemania estaba completamente destruida, y no sólo material, sino también, y esto era peor, moral y espiritualmente. El sentimiento de la población no sólo era de humillación por la derrota sufrida, algo que ya se había producido también 27 años antes, tras haber perdido la Primera Guerra Mundial y haber tenido que aceptar las duras condiciones impuestas por los vencedores en el Tratado de Versalles, sino de desesperación por la pérdida tantos seres, monumentos y lugares queridos.