Hacer descubrir a los niños los relatos de la Biblia es una aventura fascinante; los pequeños entran en un mundo donde las reglas habituales no tienen valor.
Un hombre embrollón y mentiroso, Jacob, da nombre a su pueblo, Israel.
David, un muchachito pastor de ovejas, el último de muchos hermanos mayores y fuertes, es consagrado rey.
Jesús escoge a sus colaboradores, no entre personas sabias e importantes, sino entre pobres pescadores encontrados en la orilla de un lago.
Los adultos, por su parte, estimulados por los comentarios y las observaciones de los pequeños, sienten una vez más el estupor típico de la infancia frente a historias ya conocidas, pero ricas e insólitas, que siempre pueden ser nuevas.