El jurado se ha retirado a deliberar, Marta Richter, la abogada defensora, puede estar satisfecha: su defendido, el acaudalado Elliot Steere, procesado por la muerte de un mendigo, quedará libre de cargos. Entonces Steere, mimado por la fortu, cínico, encantador y apasiodo del estratega chino Sun Tzu, cuenta la verdad a Marta, en realidad mató al mendigo deliberadamente, no en defensa propia como había asegurado. Le asesinó, lo cual convierte a Marta en responsable de un flagrante error judicial que quizá no tenga tiempo de resolver. Steere ha elegido bien el momento para confiarse a su abogada, pero ella aún tiene u tenue esperanza: lograr que el jurado tarde en conseguir un veredicto y, mientras tanto, investigar los hechos. Todo es muy dificil, pues, por u parte, los miembros del jurado tienen gas de acabar de u vez y, por otra, las pruebas son escasas, para colmo, Steere ha enviado a un matón tras Marta