De lo que se trata es de ver a Dios en todas las cosas y todas las cosas en Dios. Un hombre que observa a su hijo marcharse de casa, una mujer preocupada por haber perdido una moneda, el canto de un pájaro despertando la aurora, una red llena de peces, un lirio solitario a la orilla del río: para Jesús todo es sacramento del amor del Padre, todo habla de él. Jesús piensa en Dios incluso viendo el proceder de un juez corrupto que hace justicia a una viuda sólo por la terca insistencia de la pobre mujer, pues así es como hay que pedirle al Padre: con terquedad y sin cansarse. Nuestra causa está en sus manos. Ver a Dios en todas las cosas: he aquí lo propio de la mirada cristiana. Verlo incluso en el juez corrupto y en el mal amigo que se levanta de mala gana a medianoche para abrirnos la puerta de su casa. Verlo en las novelas y en los cuentos que la gente lee. Pues también entre los libros anda Dios.