En el dispendioso camino de la redefinición conceptual que habremos de recorrer en torno a la necesidad de desenmarañar previamente la naturaleza de las esclavitudes humanas -a fin de diseñar y viabilizar el Gran Proyecto Histórico de Liberación, en el entendido ya expresado de que sin el conocimiento claro e inequívoco de la índole de la esclavitud del hombre es absolutamente ridículo pretender que sea posible realizar el propósito de liberarlo-, llegamos a la segunda esencia constitutiva de la esclavitud en lo humano: la biología. (Afirmamos que la biología estructura una esclavitud para el hombre en tanto que todas las exigencias de ese orden -conservar la vida, alimentarla y reproducirla, e incluso la tarea histórica de trabajar para alcanzar a satisfacer esas demandas- impiden que el hombre se entregue por completo a desarrollar su naturaleza propiamente humana: el pensar; pero lo afirmamos sin violentar la verdad contenida en otro postulado que defendemos porque es igualmente válido, según el cual el surgimiento de la biología en sí mismo representó un enorme acto de liberación con respecto a la tiranía de la materia inerte.)