Planteándose el desafío de convertir al arte en una experiencia total, Roberto Arcaute (Monterrey, 1976) ha emprendido experimentaciones profundas con el objetivo de integrar al espectador en el arte mismo. De esta intención, así como de la apropiación de diversos elementos, como las nuevas tecnologías, es que podemos hablar de que una de las características presentes en la joven carrera de Arcaute son las exploraciones por generar una experiencia de arte global, pues su obra trasciende la propuesta retiniana -como la llamase Duchamp- de la pintura tradicional, e integra soportes interactivos y sensoriales al consumo artístico. Así, Arcaute ha producido piezas en géneros cómo pintura, arte objeto, fotografía, arte digital, instalación y arte sonoro. La obra de Arcaute es atravesada por ejes recurrentes que demuestran las preocupaciones artísticas, estéticas, vivenciales y políticas ante las que el artista toma una posición abierta, contundente y crítica. El juego es uno de los ejes para Roberto Arcaute, pues aparece tanto en constantes referencias a los elementos de su infancia, como en una concepción lúdica del arte. La depurada técnica pictórica con la que consigue un realismo exacerbado combinado con los temas que aborda, presenta problemáticas de la sociedad del simulacro que vivimos día a día. Así mismo, en la obra de Arcaute, se hacen presentes elementos identitarios de culturas que el artista conoce, tanto de su natal México, como de su elección de vida en Asia. La obra, además, recoge un espíritu crítico de la sociedad en la que vive, con lo que contenido y forma se unen para construir un mensaje contundente. El trabajo de Arcaute puede agruparse, en torno a ciertas preguntas, ejes temáticos, contextuales y concepciones estéticas. Para este ensayo se proponen cuatro categorías que engloban la mayor parte de la obra del artista.