La confusión entre la relación del Estado y mercado no es cosa nueva. De hecho, la historia del pensamiento económico ha sido un violento péndulo: de Adam Smith y la mano invisible, a Karl Marx y el estatismo empobrecedor, de Keynes y su aliento a la política intervencionista, a Friedman y su desprecio por la regulación estatal. Después de la crisis del sistema soviético, el viraje de China al capitalismo dirigido, el éxito de los tigres asiáticos y del esquema europeo, el Consenso de Washington, la era de desregulación en los noventa y el entorno económico actual de crisis y recesión, hay claridad en dos cosas: primero, que el mercado es el mejor medio para generar riqueza y bienestar, y segundo, que el mercado tiene fallas importantes que deben ser corregidas por el Estado a través de una rectoría vigorosa, inteligente, responsable y efectiva. Haciendo justicia a todos, tan perniciosa es la intervención del Estado totalitario que malgasta, distorsiona y protege a pocos en detrimento de muchos, corno nefasto es el hecho que el Estado se mimetice en un fundamentalismo de mercado, absteniéndose de procurar y garantizar condiciones justas y equitativas, de conducir políticas distributivas y de justicia social, y de sentar las condiciones básicas para una economía que genere bienestar. El Estado y el mercado no son conceptos excluyentes, al contrario, se necesitan el uno al otro, hoy más que nunca. La presente obra se escribió en 1987, en un entorno por demás paradójico, mientras que la Constitución Política reafirmó la noción de rectoría estatal, México inició un agresivo proceso de liberalización, acompañado de una reducción del Estado. Pregonó en su momento lo que se viene a corroborar en la actualidad y que sin duda será el gran consenso económico del siglo XXI: si al libre mercado, si a la rectoría, juntos, bajo una sinergia que maximice el desarrollo y la equidad. El mensaje que ofrecí hace más de veinte años adquiere una fuerza que desafortunadamente no tuvo en sus inicios, por ello la razón de esta reimpresión que conserva íntegramente todas las letras de la obra original. Es hora que el Estado mexicano ejerza a plenitud sus atribuciones, pero sobre todo sus responsabilidades, ya consagradas en la Constitución Politica, como ente rector de la economía nacional, y utilice al mercado no como un fin en sí mismo, sino como un medio para un fin. Sólo así estará en posibilidades de ofrecer una mejor calidad de vida a todos Ros mexicanos.