La medicina, arte sumamente antiguo, pretende desde hace poco ser una ciencia. Este cambio obliga a revelar durante cuánto tiempo estuvo mezclada con la mitología, la astrología, la religión, la magia, la alquimia, la espagírica... El período moderno, científico, de la medicina sólo abarca dos siglos. Además, es preciso subrayar los excesos en que ha caído. El enfoque especializado por órganos y aparatos se opone a las técnicas aparentemente más humanas y globalizadoras, las denominadas medicinas naturales (homeopatía, acupuntura, etc.). La primacía de la explicación de las enfermedades por disfunciones orgánicas ha favorecido el desarrollo de los métodos quirúrgicos y quimioterapéuticos, tendencia estimulada por los progresos de la investigación. Recientemente, se ha acoplado a estos enfoques y técnicas nuevas una explicación psicológica, que no es, desde luego, incompatible con la anterior sino, en general, complementaria. El placebo aparece bajo dos aspectos. Se perpetúa en la evolución histórica y se insinúa en todos los campos. Sólo la comprensión del contexto global permite comprender las relaciones históricas y funcionales de que se nutre. Por tanto, la reflexión debe situarse inicialmente en las fuentes de la medicina y del medicamento. La historia de cualquier concepto es un río que evoluciona a lo largo de su curso y el placebo no escapa a esta regla general. La fuente no lo es todo, pero el río, en su desembocadura, lleva consigo todavía, en sus aguas cenagosas, los restos diluidos, pero nunca desaparecidos, del agua clara del manantial. La medicina y el medicamento no surgieron del agua clara y sólo en la Grecia antigua, la de los dioses, los mitos y los ritos, es posible encontrar el nacimiento de la Idea.