El observador de las prisiones -una realidad abrupta, que se mira todos los dí,as, pese a los muros que la circundan- sabe que en algunos espacios el paisaje discurre con prisa, a cambio de que en otros persista sin movimiento, impá,vido, arraigado. Los primeros tienen que ver, por supuesto, con los nú,meros del sistema carcelario: nú,meros desnudos, que ruedan sobre la estadí,stica y los informes oficiales, exactamente como ruedan las horas en el tiempo de los cautivos, Las cifras son impresionantes.
 , , , , ,Multiplicadas las reformas penales, que cargan el acento en la proliferació,n de los delitos y la elevació,n de las penas, y utilizada la prisió,n -todaví,a, pese a todo- como la má,s frecuente reacció,n contra el crimen, ha sido natural que crezca la població,n penitenciaria con velocidad excesiva y sin resultados que acrediten los beneficios de esta explosió,n demográ,fica: ciertamente, la delincuencia no cede ni los infractores regresan a la sociedad -como lo ha querido la utopí,a penitenciaria, que sigue militando- convertidos en ",buenos ciudadanos",, ,