?Como una ola hecha de todas las olas?. Así consideraba Pablo Neruda el latido de sus versos. Así lo hemos percibido también millones de lectores para quienes son lo que el propio poeta deseaba: ?un relámpago de fulgor persistente?, una revelación, un pentecostés deslumbrante e impetuoso. ?En la casa de la poesía no permanece nada sino lo que fue escrito con sangre para ser escuchado por la sangre?. Lo había anticipado ya Vallejo y el gran Rubén Darío, a quien Neruda y García Lorca rindieron, a dúo, tributo de admiración, porque ?fuera de normas, formas y escuelas? en él vibraba la verdad de una palabra creadora. Con ellos se enseñoreaba de las letras hispánicas la voz de América.