Este libro habla de dos Californias. La primera es la fundada y dirigida por los miembros de la Compañía de de Jesus y encuentra como símbolos principales a la misión y a los misioneros. La otra California es aquella construida por los empresarios mineros, operarios de minas, gambusinos, buceadores de perlas y rancheros. A esta California la representa la búsqueda de vetas de oro y plata, el trabajo libre asalariado, la propiedad privada, el comercio, el rancho ganadero y la armada perlera.
De estas dos Californias, la primera, la misional, quedó perdida en los oasis más lejanos de la península de California, sin indios a quienes evangelizar y sin misioneros. Esta California, empezada a construir desde el siglo XVIII, fue la que cedió el paso a la formación de una sociedad que introdujo actividades económicas que nunca tuvieron cabida en la vida misional. Por eso, los trabajo mineros en el real de Santa Ana, iniciados en el año de 1748, aparecen en la California jesuítica del siglo XVIII como una alternativa a la colonización de tipo misional hasta entonces sólo dirigida por los misioneros de la Compañía de Jesús.
Este libro trata de demostrar que la actividad minera cumplió una función integradora de la sociedad y la economía regionales; asimismo explica el proceso de formación de la sociedad regional a lo largo de las dos primeras generaciones que poblaron la Antigua California.