Debido al incremento de mortalidad por cáncer, padecimientos terminales no oncológicos, enfermedades crónicas degenerativas y aumento de la esperanza de vida, es necesario incluir en los planes de salud programas de cuidados paliativos. Se considera terminal al paciente diagnosticado con una enfermedad oncológica de tipo incurable, progresiva y devastadora que puede morir en un lapso no mayor de seis meses. Habitualmente estos enfermos padecen fluctuantes e intensos síntomas con fuerte impacto físico, emocional y espiritual, que, asociados a las comorbilidades y múltiples interacciones farmacológicas, incrementan el sufrimiento del enfermo y el de su familia. En años recientes se ha identificado como terminales a: esclerosis lateral amiotrófica, demencia senil, insuficiencia renal y hepatopatías no trasplantables, respiratorias, cardiovasculares, etc. Existen antecedentes que el cuidado paliativo interdisciplinario proporciona mejores resultados y mejora la calidad de vida. Para la medicina contemporánea, no curar es sinónimo de fracaso, con frecuencia se evita hablar de: paliación, sedación terminal, voluntad anticipada y calidad de muerte. Por el contrario, la medicina paliativa trata estos temas con: naturalidad, evidencia científica, humanismo y profundo sentido ético con el propósito de ofrecer mayor esperanza de vida. El objetivo fundamental del personal de salud y cuidadores que intervienen en la atención integral de estos pacientes es evitar métodos que adelanten o atrasen el curso natural de la enfermedad y ofrecer la mejor calidad de vida posible a miles de enfermos que, en caso contrario, padecerían innumerables sufrimientos.