La construcción de un territorio, el conocimiento profundo de sus potencialidades y la representación simbólica de ese hogar común son sus elementos fundamentales para la edificación de una sociedad. Desde su llegada a la Nueva España en el siglo XVI, los jesuitas se entregaron con entusiasmo a esas tareas, que comenzaron como exploradores y cartógrafos y continuaron como promotores del desarrollo científico y tecnológico y a través de la formación de unas redes de integración social y cultural que serían tan necesarias en un contexto de desarticulación geográfica y fragmentación étnica. Su labor fue particularmente decisiva en la expansión novohispana hacia el norte, que permitiría al futuro país rebasar ampliamente su dimensión mesoamericana. La Historia Antigua de México contribuyó significativamente a difundir tanto aquí como en el resto del mundo la conciencia de que está era una tierra dotada con un futuro promisorio, así como la imagen de una grandeza prehispánica que la nación independiente había de erigir en referencia fundamental de su patriotismo mestizo. Contribuyó también a consolidar el uso metonímico del nombre de la capital del virreinato para denominar a todo el territorio situado bajo su influencia. De esta manera , el gentilicio de una etnia particular, los mexicas, llegarían a dar su nombre a una nación entera.
