¿Que debemos darnos ya una nueva Constitución, porque la que tenemos data de hace más de catorce lustros? Ya lo hemos hechos, y lo seguimos haciendo, pues si nuestra Carta, efectivamente, fue promulgada desde el ya distante año de 1917, desde aquel entonces ha venido sufriendo el impacto de la numerosa serie de reformas y adiciones que la han venido actualizando y adaptando cabalmente a la cambiante realidad que regula y que nos presenta en este 1988, a setenta y un años de distancia, una Constitución distinta a la de aquel entonces, un texto muy diferente al original de 1917, pero que conserva, sin embargo, una misma esencia.