En ´Las afueras´ el paisaje de Monclova, Sabinas, de la sierra de Chihuahua pero sobre todo el de Cuatro Ciénegas es el mapa en el que se van trenzando los tiempos de dos hermanos: William y James, de sus vidas, sus amores, sus muertes. Armada con diferentes piezas en impecable convergencia esta novela invita el misterio mayor que aparece conforme se aclaran sus misterios constitutivos. En ´Las afueras´ no sólo está el tiempo fragmentado, esa gran herencia de la narrativa del siglo XX que permite el brillo de lo que ha quedado por suceder. Hay también un talento instintivo -pero además, muy bien trabajado- para el tempo: el ritmo que permite ver cómo los hermanos y sus novias, las leyendas y las noticias del desierto no son solamente sus nombres, sus cuerpos, sino también los espacios de las ausencias y los fantasmas que recorren esos espacios. El tiempo roto y el tempo variable permiten que estos vehículos que cruzan el desierto, estas casas a medio hacer o a medio arruinarse, estos fósiles y estos restos de un mar prehistórico cuenten no solamente una historia de amistad y celos y violencia, de iniciación y maduración, sino que le permiten desplegarse. Cuentan pero también sugieren. Luis Jorge Boone no ha olvidado una sola de las lecciones de la poesía. Muestra aquí que tiene la capacidad de manejar todos los registros del realismo, desde los más desnudos y puercos hasta aquellos que vencen con el puro pulso de su avance las habituales fronteras de la costumbre, el periodismo, la biología. En estas afueras se encuentran la poesía donde se inició su carrera y la novela donde ya hay un autor seguro, importante, entrañable.
