La Trinidad es lo Único necesario, el Valor Supremo que fija cada cosa en el lugar que le corresponde dentro del universo. Lo que se pone en juego en toda vida humana es la Trinidad, ganada o perdida para siempre.
La historia del mundo es un drama de redención; para unos se acabará todo con la visión de Dios, para otros con una desesperación eterna. De este modo lo ha juzgado San Juan, bajo su verdadera luz, en una reflexión tras haber tomado a Cristo, murió «no solamente por una nación» sino para «agrupar en la unidad a todos los hijos de Dios dispersos».
Jesús mismo nos dio sobre este punto capital la luz definitiva en su última plegaria: «Padre, que todos los hombres sean consumados, en nosotros, en la unidad». ¿Por qué esta verdad fundamental no ilumina todos los instantes de nuestra vida? ¡Cómo cambiaría todo si supiésemos comprender que a través de nuestros pasos diarios prosigue la subida de las almas hacia la Inmutable Trinidad! Sería preciso colocar en todas las encrucijadas de nuestras grandes ciudades un urbano o una flecha indicadora que nos recordara el porqué del mundo y de nuestra vida. Dirección única: la Trinidad. «One way: to the Trinity!».