La prima Bette (1846), una de las últimas grandes novelas de Balzac, encierra en el marco de un ´documentado y estremecedor estudio de las costumbres parisinas´ la crónica vertiginosa de una crisis familiar. En primer término, el barón Hulot, víctima de su pasión por la pérfida madame Marneffe, ´ha dejado de ser un hombre y se ha convertido en un mero temperamento´, atrayendo sobre sí mismo y los suyos el deshonor y la ruina. Al fondo, en la sombra, la prima Bette, la pariente pobre, ´una de esas existencias anónimas, entomológicas´ que pasa por ser el ángel tutelar de la familia cuando en realidad trama su destrucción. Y por encima de ellos, por encima de todo, París: un París babilónico, devoto del becerro del oro, repleto de laberintos financieros, por donde andan codo con codo el boato y la miseria, la esposa y la amante, la alta política y el submundo del hampa. ´Balzac nunca ha escrito -dijo André Maurois- nada más atroz ni más bello´.