Los duelos entre la experiencia artística y el boxeo están aquí y allá, van del pasado al presente y viceversa. Son peleas a diez o doce rounds con combatientes de peso y estilo tan diversos como Salvador Novo y Miles Davis, Jack Johnson y Arthur Cravan, John Jackson y Lord Byron, peleas en las que este deporte adquiere proporciones estéticas al ser visto como la férrea coreografía, construida a golpes de sudor y sangre, de dos que buscan eliminarse o eternizarse (o que al intentar eliminarse se eternizan). Del ejercicio del arte enfrentado al pugilismo dibuja la memoria episodios notables. El epitafio de John Jackson reza que tenía ´el corazón de un león y la fuerza de un gigante´. De su casi homónimo y fulgor futuro, Jack Johnson, dijo Arthur Cravan: ´En la estela de Poe, Whitman y Emerson, es la mayor gloria de América. Si hubiera de darse aquí una revolución, lucharía para que se le entronizara rey de los Estados Unidos´. Le da ese sitio, de algún modo, Miles Davis, en un tributo musical en donde boxeo y armonía se funden, como quería Novo, cual si un Wagner hubiera compuesto, en efecto, La hora del ring. De las letras al cuadrilátero, del cuadrilátero a la partitura, y de ésta nuevamente a brincar las cuerdas: el vaivén es frenético, se va con facilidad del boxeo a sus múltiples ecos en el arte. Tal es el espíritu que medra en estas páginas y que a su llamado convoca a: Jack London, F.X. Toole, Norman Mailer, Ricardo Garibay, Joyce Carol Dates, Rafael Ramírez Heredia, Jean Cocteau, Eliseo Alberto y tantos otros no menos hechizados por estos seres hechos con la materia de las leyendas.