El Papa Francisco recoge el testimonio de sus predecesores Benedicto XVI y san Juan Pablo II para argumentar la llamada universal a la santidad y nos recuerda que Dios nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada. Con este escrito, tal como él mismo indica, el Papa no pretende elaborar un tratado sobre la santidad, sino recordarnos lo que significa y supone en nuestra vida está llamada a la santidad, encarnada en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades.