FUEGOS FATUOS Y  PIMIENTOS DULCES

FUEGOS FATUOS Y PIMIENTOS DULCES

$ 70.00
Pesos mexicanos (MXN)
Sin Existencia, informes favor de llamar
Editorial:
PORRUA
Año de edición:
ISBN:
978-970-07-3185-8
Páginas:
401
$ 70.00
Pesos mexicanos (MXN)
Sin Existencia, informes favor de llamar

Los artículos breves que integran la colección titulada Fuegos Fatuos, cumplen con el propósito que les dio pretexto para salir a luz en las páginas de un diario. Lejos de la solemnidad y suficiencia del artículo sesudo, que suele llamarse de fondo, el Fuego fatuo satisface su objeto con sencillez, con amenidad y con estilo donairoso. El Fuego fatuo censura los defectos pero con gracia, ridiculiza las costumbres pero con un sentido de nobleza, asume a veces el tono moralizante pero sin pedantería. Zumbón casi siempre y sólo por rareza incisivo, se desenvuelve con aparente volubilidad de colibrí, posándose en los temas sólo el momento necesario para extraer un poco de su jugo. Amado Nervo, apenas de veinticinco años, no era un innovador en sus paliques y se contentaba con seguir los pasos de algunos humoristas contemporáneos formados en el periodismo: El Duque Job, Monaguillo, Juvenal, Micrós. El mismo camino seguirían otros después, acaso más regocijados, como El Pobre Valbuena, Pepe Nava, Rejúpiter y Zutano. Nervo cumplió su misión del momento y no insistió más, sino en 1898 con la corta serie de artículos iniciada con el nombre de Pimientos Dulces. Después dijo algunas agudezas que le fueron muy aplaudidas -lo afirma Manuel Mañón cuando estrenó su única obra teatral, Consuelo, en el Teatro Principal de México. Todavía desde París envió correspondencias frívolas para la revista Cómico y luego se olvidó de todo. No quiso acordarse ni de su seudónimo Rip-Rip, que ahora pocos saben que le pertenece. Es curioso reproducir la receta que daba el periodista en uno de sus fuegos fatuos: ´Para escribir un artículo -decía- no se necesita más que un asunto, lo demás... es lo de menos. Hay en esto del periodismo mucho de maquinal. Lo más importante es saber bordar el vacío, esto es, llenar las cuartillas de reglamento con cualquier cosa. El periodista que es hábil en su métier, de nada, como Dios, hace un mundo de artículos economizando con matrería laudable su substancia gris, para las grandes ocasiones, no de otra suerte que el tenor que sabe la Biblia, economiza el caudal de su voz reservándolo para el do de pecho que el público aguarda con impaciencia.´

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