Cuando el Doctor Víctor Frankenstein dio vida a un nuevo ser formado por despojos humanos, jamás se imaginaron ni él ni su creadora, Mary Shelley, que hoy, más de 150 años después, aquel monstruo formidable siguiera existiendo como un mito cada vez más actual. Mary Shelley misma confiesa que el elemento medular de su obra fue producto de una pesadilla. ?No pude dormir al recostar la cabeza en la almohada, pero tampoco puedo decir que pensara. Mi imaginación desbocada me dominaba y guiaba, adornando las sucesivas imágenes que surgían en mi espíritu con una claridad muy superior a la de los sueños corrientes. Vi, con los ojos cerrados pero con aguda visión mental, al pálido estudioso de ciencias impías, arrodillado junto a algo que había reunido. Vi elevarse un horrible fantasma con figura de hombre y luego, por obra de algún motor poderoso, dar señales de vida y agitarse con un movimiento intranquilo, como el de un ser vivo. Debe ser algo terrible, porque tiene que serlo el defecto de cualquier tentativa humana por remendar el estupendo mecanismo del Creador del mundo. Su mismo triunfo aterrorizaría al artista, que huiría aterrorizado de su espantosa obra, deseando que, abandonada a sí sola se apagase la ligera luz de vida por él comunicada, que aquello que había recibido una vida tan imperfecta se convirtiese en materia muerta, y quizá dormiría con la creencia de que el silencio de la tumba llegaría a aquietar para siempre la momentánea existencia de aquel horrible cuerpo al que en un momento miró como una fuente de vida?.
