En Felicidad que permanece, Bert Hellinger nos conmueve de nuevo apuntando hacia un lugar en el que por mediación del espíritu, la felicidad que tanto anhelamos se vuelve sencilla, asequible y luminosa para todos. Con su proverbial sabiduría, Hellinger nos enseña a profundizar en nuestras relaciones humanas para que la felicidad dure en lugar de quebrarse ante la primera dificultad que se presente. Así, enseña lo esencial para la realización del amor en la pareja, en la paternidad, en la filiación, en las relaciones con los demás y con nosotros mismos: el bienestar se asienta en el respeto al orden sutil de los sistemas familiares y en el logro del amor en nuestros vínculos. En ellos descansamos y logramos sentirnos plenos, cuando todos aquellos que forman parte de nuestra familia tienen un lugar en nuestro corazón, sin exclusiones.