Eros es un discurso creativo sobre el amor, es decir, sobre las corporaciones que lo producen, las imágenes que lo anuncian y los medios que lo transfieren. Su escenario es el Mercado Afectivo. En ese lugar, que es el nuestro, las pasiones no son ya una expresión de la vida interior, sino una negociación con los instrumentos digitales, informativos y financieros que generan la identidad hiperconectiva actual. Su perspectiva es la sociología de las relaciones personales, pero no les sorprenda encontrar también un arsenal de sátiras, poemas, canciones y un relato de crítica-ficción que, situado en el año 2040, imagina el glorioso derrumbe del Mercado, y lo que habrá de ocurrir después. Eros son diez teletextos que describen un punto de ignición: allí donde la sensibilidad se encuentra con el espectáculo. El reality show se convierte en el espacio para la fraternidad. Chuck Palahniuk descubre la ternura del porno. El Adulterio tiene su Ministerio en la red. Paris Hilton halla en un casting la amistad verdadera. La industria musical entona la balada más triste. Los hermanos Coen inventan la estética del divorcio. Decididamente, el Ars Amandi de hoy lo cantan los Magnetic Fields. No es de extrañar que la energía y el humor de esas modernas epifanías recorran también el estilo del libro. Eros es asimismo la narración en directo de una batalla: la lucha por la legitimidad de las emociones. Una teoría de las emociones en el capitalismo debía incorporar un examen del poder: el que se ejerce por medio de estructuras del sentir, reglas de la expresividad, transmisiones y retransmisiones de estados de ánimo, que modulan al sujeto para construir un código emocional reconocible. Este asunto lo aborda de manera tan concienzuda como atenta: expone las ambig?edades de la ruptura de pareja y el factor político de la nostalgia, sin olvidar que los sentimientos lujosos se convierten en vulgares y que un día usted cogió una raqueta e hizo karaoke en su casa. Normativas libidinales, catálogos de ex, literaturas instructivas y pantallas latentes: nada tendría de extraño que la próxima vez que usted lea la palabra ?eros? eche en falta los sinos del euro la marca el dólar.