Mirna sale a pasear después de haber pasado mucho tiempo aislada. En la niebla se tropieza con un niño flaco, mal vestido y descalzo. No tiene nombre ni padres ni hogar. Ella le ofrece su casa y cuidarle hasta que se vaya. A él le parece bien, lo mismo que el nombre que le pone: Tim. Juntos, con cariño, humor y fantasía, aprenden a superar sus dificultades.