Centeres de hispanohablantes de todo el mundo se dirigen a diario a la Real Academia Española, o a cualquier otra de las que con ella integran la Asociación de Academias de la Lengua Española, exponiendo sus dudas sobre cuestiones ortográficas, léxicas o gramaticales y pidiendo aclaración sobre ellas. Bue parte de esas persos conocen y consultan de ordirio alguno de los manuales de corrección idiomática, dicciorios de dudas o libros de estilo existentes, pero quieren oír de manera directa la voz propia de las Academias, que tienen secularmente reconocida la competencia de fijar la norma ling?ística para el mundo hispánico. La norma, que el Dicciorio académico define como ?conjunto de criterios ling?ísticos que regulan el uso considerado recto?, no es algo decidido y arbitrariamente impuesto desde arriba: lo que las Academias hacen es registrar el consenso de la comunidad de los hispanohablantes y declarar norma, en el sentido de regla, lo que estos han convertido en hábito de corrección, siguiendo los modelos de la escritura o del habla considerados cultos. ?En manos del uso decía ya el poeta latino Horacio se halla el juicio, el derecho y la norma de hablar?