Una visión esquemática omniabarcante del pensamiento filosófico occidental lo segmenta en tres grandes eras, cada una de ellas caracterizadas por un tema central: el ser (pace Heidegger), que abarcaría desde los inicios hasta el fin del Renacimiento; la conciencia, durante los siglos XVII a XIX; y el lenguaje, en el siglo XX. Es claro que la mayor virtud de esta visión su sencillez es a un tiempo su mayor defecto, puesto que da lugar a generalizaciones excesivas. Sin embargo, para lo que ahora nos interesa puede resultar adecuada.áLa filosofía de la conciencia tuvo siempre un sesgo idealista que se trasladó a la filosofía del lenguaje. De hecho, puede muy bien argumentarse que entre una y otra se da un conjunto de correspondencias que ponen de manifiesto que, formalmente, se trata de dos variantes que comparten una misma estructura profunda, propia del idealismo.