Las misiones y los colegios fueron las instituciones centrales de la Compañía en el Antiguo Régimen. Si bien a las primeras la acomodatio les dio cierto carácter particular, los segundos fueron la piedra angular de la construcción de la identidad jesuita, como puede constatarse en la primera parte del libro, en la que se abordan distintos aspectos de la conformación de este complejo educativo.áEn la segunda parte se da cuenta de cómo los colegios se convirtieron en los enclaves para el retorno de la Compañía durante el siglo XIX, pero cómo también fueron el punto de fricción más claro entre las fuerzas Estado-Iglesia, ya que la educación se tornó uno de los espacios de discusión más severo en el mundo laico que se instauraba en Occidente. Por otra parte, a esta pugna entre lo laico y lo religioso habría que sumar una nueva dificultad que hizo de los colegios decimonónicos una institución casi inconmensurable con respecto a los de la Antigua Compañía, pues si algo distinguía a estos últimos era el funcionamiento bajo la norma única de la Ratio Studiorum; tal como el profesor Gómez Díez señala en uno de los capítulos.