La conocí por el rumbo de la Merced. En realidad no era una muchacha guapa, más bien poseía rasgos toscos. Pero tenía lago que me gustaba, tal vez su piel morena que le daba un aire de indígena orgullosa o, quizá su nariz respingada, adornada con una boca carnosa y sus ojos negros y profundos, Unos cuantos barros sobre sus mejillas le daban un aire juvenil que me encantó.