Cuando la luna se reflejaba en el agua, las ranas del estanque croaban con gran intensidad. Solo Pascuala, en silencio, leía y releía su cuento favorito. Una noche, soltó el libro y gritó jubilosa: ?¡Yo soy la princesa encantada! Mi príncipe vendrá a romper el hechizo, me dará un beso y ¡plaf!, y me convertiré de nuevo en una alteza real