El poeta-forastero regresa a sus orígenes e indaga en los elementos de su camino: es clara la transición de la vereda del campo a la calle asfaltada del paisaje urbano; llega al barrio de su infancia, lo recorre con asombro y rememora su casa, las calles y a sus ancestros campesinos. Aunque la ciudad le provoca extrañeza, le permite también la posibilidad de encontrarse a sí mismo o a alguien con sus mismas cualidades al doblar cualquier esquina o al subir a un autobús: