Le llamó tres veces. Pero Tom no contestó a ningu de las llamadas. ¿Dónde se habrá metido ese muchacho? La dama se bajó los lentes, para dar u ojeada en torno al aposento, por encima de ellos. Luego hizo u operación a la inversa: se los subió y miró por debajo. Casi nunca miraba a través de los lentes. En realidad, no tenía necesidad de ellos, eran, muy especialmente, un atributo de dignidad. Tomo no daba señales de vida. La dama esperó unos instantes a que respondiera a sus tres llamadas. Filmente, gritó.