A mediados del siglo XX la ciudad de México era ´una ciudad pequeña, de aires románticos, pueblerinos´, cuyo Centro podía caminarse y descubrirse plácidamente. Todavía convivían en esa zona que ´´respiraba educación, fineza, historia y cultura´´, el virreinato, el porfirismo y la modernidad: el Portal de los Evangelistas y los cines, la Pérgola y la Alameda, el Edificio Guardiola y la Casa de los Azulejos, los murales de Diego Rivera en Palacio Nacional o el de Siqueiros en la ex Aduana. A la belleza edilicia de esos sitios entrañables, esta crónica personal y a la vez histórica, política y artística de una época, ha sabido añadir la fascinación por la inteligencia, que entre cafeterías, casas de huéspedes, cantinas y librerías de viejo o de moda, desplegaron médicos, abogados, periodistas, químicos, estudiantes, maestros y, sobre todo, escritores: desde Sor Juana hasta Villaurrutia, y entre ellos, los amigos: Solana, Garibay, Revueltas, Bonifaz, la China Mendoza... Como apunta Martha Fernández en su prólogo, este libro tiene mucho de nostalgia, el título lo anticipa, pero es de tal naturaleza su amor y pasión por la ciudad que ´nos invita a revivir una de sus mejores épocas y a imaginar que algún día, esa antigua grandeza volverá a ser actual´.