Sin duda, nadie cuestiona el derecho de los niños a disponer de su propio espacio para jugar. Pero ¿y los adultos? Posiblemente no sólo tengamos derecho a un espacio de ocio, sino que lo necesitamos urgentemente. El ajetreado ritmo de vida actual repercute tanto en nuestro cuerpo como en nuestra mente, y cada vez más nos refugiamos en el confort de nuestra propia casa para relajarnos y escapar de las responsabilidades de la vida adulta.